Había una vez una mujer joven que estaba en estado de meditación profundo y ya cuando estaba a punto de terminar su tiempo de relajación, pudo visualizar sin querer a un Ángel de colores azules profundos. Este ser, le transmitió mucha felicidad y tranquilidad, viniendo de unas dimensiones superiores en las que no se conocían estados como la pena, el dolor, la ira o los celos.
Este Ángel le dijo que siempre había que mirar hacia adelante, vivir sin juicios hacia los demás, dejando que ellos fluyeran de manera natural, sin peticiones ni obligaciones hacia ellos. También le pudo decir lo maravilloso que era hacer de las emociones un sentido artístico, reflejando hacia afuera todo lo hermoso que tenemos dentro, pintando, cantando o realizando una obra de teatro inspiracional.
Fue entonces, cuando ella comprendió que aunque con limitaciones de un cuerpo físico, podemos ser totalmente mágicos, reflejando cosas que todo el mundo quisiera transmitir.
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